Breve historia del diario que revolucionó el color y la imagen (1965-2003)
Mario Ortiz Murillo[1]
Resumen: Desde el arribo de Gustavo Díaz Ordaz a la presidencia de la República, a mitad de los sesenta, surgieron nuevos diarios en la capital de la República, los cuales se distinguieron, desde sus primeras ediciones, en privilegiar el diseño, las imágenes y el color por encima del texto. El Heraldo de México se distinguió por representar la expresión más vanguardista de aquella transformación de la prensa industrial. Por el origen empresarial de su propietario, el magnate Gabriel Alarcón Chargoy, y la estrecha relación de este con el primer mandatario, El Heraldo mantuvo, con ciertos matices en cada sexenio, una sistemática defensa del discurso oficial y una línea editorial conservadora, coincidente con el ideario de la iniciativa privada, cuya principal bandera fue, desde su génesis, el anticomunismo. Es así como este trabajo intenta mostrar algunos signos de la modernidad tecnológica introducida por El Heraldo, y presentar los testimonios de una muestra de periodistas que contribuyeron a constituir la historia del periódico de las élites.
Abstract
Since the arrival of Gustavo Díaz Ordaz to the presidency of the Republic, in the mid-sixties, new newspapers appeared in the capital of the Republic, which distinguished themselves, from their first editions, by favoring design, images and color over text. El Heraldo de México stood out for representing the most avant-garde expression of that transformation of the industrial press. Due to the business origin of its owner, the magnate Gabriel Alarcón Chargoy, and his close relationship with the president, El Heraldo maintained, with certain nuances in each six-year term, a systematic defense of the official discourse and a conservative editorial line, coinciding with the ideology of the private initiative, whose main banner was, since its genesis, anti-communism. Thus, this paper attempts to show some signs of the technological modernity introduced by El Heraldo, and to present the testimonies of a sample of journalists who contributed to the history of the newspaper of the elites.
Introducción
Una de las etapas en la historia de la prensa mexicana en la que apenas surgen los primeros estudios de caso, es la etapa contemporánea, precisamente la comprendida por aquellos periódicos surgidos a partir en la segunda mitad del siglo XX. Este trabajo intenta destacar los aportes tecnológicos y de contenido de los primeros años de este periódico, así como las posibles razones que permiten entender cómo se endureció el discurso conservador pregonado, por este medio, durante casi cuatro décadas. Se hace referencia a los nombres de periodistas y características de la primera edición del 9 de noviembre de 1965. El artículo expone los antecedentes biográficos del fundador de El Heraldo y documenta el origen de la buena amistad de los Alarcón con Gustavo Díaz Ordaz, así como los aportes historiográficos generados por el medio cuando, de manera involuntaria, el diario obtiene el único registro fotográfico de la incursión militar en la Escuela Nacional Preparatoria de San Idelfonso, en el comienzo del conflicto estudiantil de 1968. El material finaliza con las opiniones expresadas por algunos periodistas que reflexionan sobre qué produjo el declive y eventual desaparición de este medio, que, durante la primera etapa, 1965 a 1980 vivió sus años dorados.
Necesaria la historia del periodismo reciente
La producción de estudios sobre la historia de la prensa difiere en cuanto al interés de periodos específicos. El periodismo ejercido durante etapas como la colonia, la Independencia, el liberalismo, el Porfiriato o la Revolución Mexicana suscitan mayor interés que las experiencias recientes, en gran medida porque persiste la idea entre historiadores y no historiadores, de que sólo la recreación y reconstrucción de los asuntos del pasado más remoto, son dignos de estudio historiográfico.
El periodismo en México es un oficio añejo que trasciende cualquier festividad centenaria y bicentenaria. Es una historia que refiere el pasado remoto y el pasado reciente; una crónica que va desde la llegada de la imprenta de Juan Pablos, en el siglo XVI, hasta la aparición del ciberperiodismo posmoderno del tercer milenio. Aunque resulte inevitable caer en el seductor llamado de la prensa antigua, la historiografía de la segunda mitad del siglo XX y comienzos del XXI permanece a la espera de más estudios de caso. La significativa cantidad de diarios y publicaciones surgidos durante las últimas seis décadas justifica tal empresa.
En este sentido, el periodismo contemporáneo requiere de mayor atención, más allá de una curiosidad temporal o anecdótica. El trabajo nació del interés por exponer el caso de un medio, que ya sea por su formato o por su diseño, o incluso gracias a su extremismo ideológico antimarxista, se mantuvo (y se mantiene) presente en el recuerdo del imaginario de varias generaciones de lectores de uno de los periódicos más conservadores del último tercio del siglo XX.
Una de las motivaciones para documentar este particular caso, fue la oportunidad de recuperar en los testimonios de algunos periodistas vivos (pertenecientes a las filas de El Heraldo) el relato histórico de un periódico identificado con la modernidad de la prensa industrial contemporánea. Así, ante la escasez de fuentes documentales, la técnica de entrevista etnográfica, propuesta por el investigador Salvador León Vázquez, en una edición pasada de estos Encuentros, animó al que estas líneas escribe, a privilegiar la entrevista en profundidad, un instrumento metodológico cualitativo como la principal fuente de información, sin soslayar una sistemática revisión hemerográfica del objeto y fuente documental: el periódico impreso.
En cada una de las 22 entrevistas realizadas se expresa la subjetividad de las mentalidades de los sujetos, lo mismo justificándose en determinado contexto, que endureciendo sus críticas contra el periódico, la forma de hacer periodismo, las condiciones laborales y la rigidez ideológica de los editores y directivos del periódico. El oficio del periodista en activo es, además de informador, el de historiador empírico, pues en sus notas, editoriales y reportajes, se atestiguan los acontecimientos de una sociedad; cuando el periodista se convierte en objeto y fuente de estudio, sus reflexiones sobre su paso en un medio lo conducen irremediablemente a organizar una interpretación basada en lo que queda en sus recuerdos de cómo se hacía (o intentaban hacer) periodismo en un periodo específico. Desde esta vía testimonial se consideraron a personajes de diversa índole: reporteros, editores, correctores, subdirectores, editorialistas, la de un historiador de la prensa que colaboró orgullosamente en este diario e incluso la voz de uno de los dueños del diario. La misión era narrar la historia del periódico, de principio a fin, porque algunos de sus fundadores, por fortuna, seguían vivos. Resultó un interesante desafío aproximarnos a la subjetividad de los recuerdos de los hacedores de un medio impreso que hasta la fecha, por diversas razones, permanece vivo en la memoria colectiva de lectores de distintas generaciones.
Sobre el particular, coincidimos con Salvador de León, cuando establece que: “el historiador de la prensa puede servirse de las técnicas etnográficas para indagar allá donde los archivos documentales no llegan”[1], o como en este caso donde se pueden complementar ambas fuentes
Contexto histórico
Con el arribo de Díaz Ordaz al poder se reiteró una tendencia impulsada por el Estado autoritario de fomento a la actividad periodística y, paralelamente, de control del gremio. El nacimiento de dos nuevos periódicos más en la capital de la República, en la que de por sí concentraba demasiados diarios como El Sol de México y El Heraldo, surgidos casi de forma simultánea, debe entenderse como parte una estrategia del gobierno para consolidar un modelo de comunicación tendiente a reforzar el liderazgo presidencial y otorgar una válvula de escape en una coyuntura de abierta confrontación ideológica, en la que se pensaba que en los años siguientes nuestro país podría quedar a expensas del caos a merced del ascendente comunismo.
A mediados de 1965, en la última etapa del desarrollo estabilizador, el país parecía alcanzar la promesa revolucionaria de progreso. El éxito del modelo económico basado en el proteccionismo permitió un crecimiento sostenido del producto interno bruto[2], con una inflación controlada y una sólida moneda todavía sin la amenaza de la devaluación. En México se disfrutaban las últimas mieles del milagro mexicano, con bajas tasas de desempleo y mayores oportunidades de movilidad social. La sociedad mexicana y sus medios de comunicación eran más conservadores, más moralistas, más institucionales.
El periodista e investigador Raúl Trejo Delarbre recuerda:
“Fue en 1965 cuando surgió en algunos medios mexicanos una actriz de origen sueco, Eva Norvind, declaró, en algún programa de televisión que conducía Jorge Saldaña, que ella estaba a favor del amor libre. Eso dijo, entre otras cosas. Esa nota fue motivo de reprimendas muy fuertes de parte de los grupos católicos del arzobispado; y en la nota, me llamó mucho la atención, yo era muy joven, se dedicaban notas de 8 columnas en Excélsior, vaya no es que sólo El Heraldo fuera conservador, toda la prensa de la Ciudad de México lo era”[3].
En los sesenta, buena parte de la prensa capitalina era sumisa, complaciente y poco crítica de la figura presidencial, y demás miembros de las élites políticas y empresariales. Los periódicos, subordinados al poder, se dedicaban a reproducir las declaraciones y la información oficial; los dueños de los medios más preocupados por mantener los rentables contratos de la publicidad gubernamental y los créditos preferenciales (y discrecionales), otorgados por la paraestatal Productora e Importadora de Papel S.A. (PIPSA), mantenían obediencia y gratitud al régimen que los subvencionaba.
Una vez hechas estas consideraciones, debemos mencionar que en la Ciudad de México de 1899 a 1970, surgieron 27 diarios en diferentes regímenes, dicha circunstancia debe ser considerado un elemento de análisis sobre el proyecto, ideología y los intereses que identifican a cada rotativo. El contexto de su aparición resulta ilustrativo para conocer las relaciones de poder trazadas entre el gobierno y los propietarios de periódicos, que en más de un caso, ayudan a entender que cada nuevo medio informativo es favorecido, en alguna medida, por el régimen del que emergió. Este es el caso de nuestro diario y, seguramente, el de otros más (Véase cuadro 1).
A continuación, se intentará explicar cómo se fundó El Heraldo de México, sosteniendo que junto a El Sol de México (y su edición de medio día) dieron origen a un periodismo con mayores recursos visuales, como el color y un abundante material gráfico que evidentemente es el antecedente inmediato de la renovación del periodismo industrial contemporáneo, caracterizado, entre otros elementos, por la primacía de la imagen sobre el texto (El Centro, Reforma, Nuevo Excélsior, La Razón). Asimismo, exponer la metamorfosis del discurso ideológico sostenido por este periódico de naturaleza empresarial, nacionalista, conservadora y católica.
Cuadro 1.-Fundación de los diarios capitalinos y los presidentes constitucionales en el poder
Nombre | Fundación | Presidente |
Boletín Financiero | 1 de enero de 1899 | Porfirio Díaz |
El Universal | 1 de octubre de 1916 | Venustiano Carranza |
Excélsior | 18 de marzo de 1917 | Venustiano Carranza |
Monitor Comercial | 1917 | Venustiano Carranza |
El Universal Gráfico | 1 de febrero de 1922 | Álvaro Obregón |
La Prensa | 28 de agosto de 1928 | Plutarco Elías Calles |
El Nacional | 27 de mayo de 1929 | Emilio Portes Gil |
La Afición | 25 de diciembre de 1930 | Pascual Ortiz Rubio |
Últimas Noticias de Excélsior (primera edición) | 1936 | Lázaro Cárdenas |
Daily Bulletin | 15 de agosto de 1936 | Lázaro Cárdenas |
Novedades | 1936 | Lázaro Cárdenas |
Últimas Noticias de Excélsior (segunda edición) | 1939 | Lázaro Cárdenas |
Esto | 2 de septiembre de 1941 | Manuel Ávila Camacho |
Ovaciones | 1947 | Miguel Alemán Valdés |
Diario de México | 2 de marzo de 1948 | Miguel Alemán Valdés |
The News | 1950 | Miguel Alemán Valdés |
El Fígaro | 18 de agosto de 1952 | Miguel Alemán Valdés |
Cine Mundial | 16 de febrero de 1953 | Adolfo Ruiz Cortines |
Novedades-Diario de la tarde | 1957 | Adolfo Ruiz Cotines |
Ovaciones, segunda edición | 30 de mayo de 1958 | Adolfo Ruiz Cortines |
El Día | 26 de junio de 1962 | Adolfo López Mateos |
El Sol de México- Mediodía | 7 de junio de 1965 | Gustavo Díaz Ordaz |
El Sol de México | 25 de octubre de 1965 | Gustavo Díaz Ordaz |
El Heraldo de México | 9 de noviembre de 1965 | Gustavo Díaz Ordaz |
Avance | 1de enero de 1967 | Gustavo Díaz Ordaz |
Impar | 9 de agosto de 1970 | Gustavo Díaz Ordaz |
c) Nace El Heraldo de México
Corría el final del 1965. Gustavo Díaz Ordaz estaba muy cerca de cumplir su primer año en la Presidencia de la República, cuando apareció en la capital del país, el martes 9 de noviembre, el primer número de El Heraldo de México. Era un matutino con un diseño moderno, con una presentación llamativa, impreso en offset, causó novedad la utilización del color y se distinguía de la mayor parte de los diarios por sus abundantes imágenes.
El naciente diario se presentaba ante los lectores de la capital con un editorial institucional publicado en la primera plana: Buenos Días, México (espacio que se convertiría en tradicional, pues se publicaría un refrendo de aquel saludo inaugural cada 9 de noviembre, durante los siguientes treinta y siete años) con un ideario que en buena medida expresaba los valores periodísticos y visión de la coyuntura política de su propietario, el empresario cinematográfico Gabriel Alarcón Chargoy:
“Surge El Heraldo de México con la bien meditada ambición de ofrecer a la patria de hoy el periódico que requiere su nueva medida, su esplendido desarrollo, con su prometedora proyección; el periódico que requiere “No solo en cuanto decoro de su presentación” tipográfica y a la eficiencia de sus servicios informativos, si no sobre todo con el aliento y el espíritu que se ajustan a la presentación de la nación y a su destino futuro. Se trata de una empresa periodística diseñada y ejecutada en México. Creemos que el elemental deber de un diario es informar con objetividad y la permanente separación de las noticias y el comentario sustentaremos nuestra ética profesional, hoy en crisis en un mundo en el que el juicio y el prejuicio deforman o traicionan la tarea periodística. El país necesita estar leal y eficientemente informado. Cumplida esa misión elemental es necesario coordinar, con firmas de solvencia moral y bien sentada responsabilidad las diversas interpretaciones de los sucesos de que antes se ha informado con veracidad. Y entre diversas interpretaciones de los cotidianos aconteceres nacionales y mundiales, estará también nuestra propia interpretación”[4].
Era la proclama de un diario sin disimulos, que fijaba en su estreno sus valores y su visión del periodismo que pretendía desarrollar. Los conceptos: (limpieza) moral, ética profesional, patria, nación, responsabilidad… manifestados en el discurso fundacional, no permiten vislumbrar, por el momento, uno de sus rasgos posteriores: la condena comunista. En este sentido El Heraldo no se propuso desde el principio abanderar el conservadurismo, la definición editorial e informativa se iría configurando en los años siguientes, cuando el curso de los acontecimientos obligó a los medios a fijar su postura y a definirse por un bando. Sin embargo, El Heraldo, prometía a los capitalinos “…advertir los desmanes y los desvíos dobles donde se encuentre”[5].
La crónica y las fotografías del evento testificaron la emoción del invitado de honor al inaugurar las instalaciones y la maquinaria del “diario que piensa joven”:
“El presidente de México, Gustavo Díaz Ordaz fue el primer lector de EL Heraldo de México.- Sostiene entre sus manos y lee con interés, el ejemplar de la edición número cero, fresquecito, salido apenas de la gran rotativa, un segundo después de haber oprimido el botón que puso en operación la modernísima “Goss Urbanite”. Comparten la satisfacción manifiesta en el rostro del Primer Mandatario, los creadores de este nuevo órgano de difusión periodística: don Gabriel Alarcón, Presidente y Director General de EL HERALDO DE MÉXICO; Oscar Alarcón Velázquez, Subdirector y Alberto Peniche Blanco, Gerente General”[6]
Desde el número inaugural la apuesta era la imagen: la presentación tipográfica. Irrumpir en el mercado como el diario moderno, con un formato novedoso en color, más cercano a las necesidades de los lectores se convirtió en el desafío de las primeras ediciones: llamar la atención a través de la forma.
¿Cómo era el primer Heraldo?
El Heraldo de México apareció en circulación en tamaño estándar, mismo que mantuvo durante toda su historia en el mercado diarístico nacional: “Sus planas son a ocho columnas de 295 líneas ágatas. El ancho de sus columnas es de 4.5 centímetros, lo cual en tipografía equivale a 10 cuadratines”[7].
El matutino de tamaño estándar (ocho columnas, 230 líneas ágatas hacia abajo) se reconoció por su razón social como: El Heraldo de México, una publicación de Editorial Alarcón S. A[8]… Contrató los servicios informativos de distintas agencias: Associated Press (AP), France Press (AFP), United Press International (UPI), Los Ángeles Times, Washington Post, Agencia Mexicana de Servicios Informativos (AMSI), Orbe Latinoamericana (Orbelat), Informex. Las oficinas y talleres se ubicaron en la misma dirección: Dr. Carmona y Valle 150, México 7 D.F.
El directorio original quedó integrado así:
Cuadro 2: Directorio fundacional de El Heraldo de México
Presidente y director general | Gabriel Alarcón Chargoy |
Vicepresidente | Agustín Barrios Gómez |
Gerente General | Alberto Peniche Blanco |
Subdirector | Óscar Alarcón Velázquez |
Director de Publicidad y Relaciones Públicas | Gabriel Alarcón Jr. |
Jefe de Redacción | Daniel Cadena Z. |
Jefe de Información | Àngel Torres G. |
Jefe de Publicidad | J. Gutiérrez Cervantes |
Administrador | José Hernández Jiménez |
Jefe de Circulación | Julio G. Zetina |
Coordinador | Eduardo Orvañanos |
En la primera plana, el cintillo rezaba: “Buenos días, México. El consejo editorial de este periódico presenta la nueva oferta periodística a los lectores del Valle de México”. Mientras en la fotografía central se lee al pie: “Díaz Ordaz observando las primeras planas de las pruebas del número cero (pruebas) de El Heraldo”. En la esquina superior (oreja derecha) se publica un titular de un tema recurrente del periódico: “La Iglesia aclara varios temas que trate el concilio”.Asimismo, el encabezado principal fue: “Frente común con Centroamérica para estabilizar los mercados”. Otras noticias presentadas en la primera plana fueron: “Defensa de Precios de los productos de exportación”; “Aumento de la población a 114 millones en 35 años”; “Convenio para desalinización”; “Desaparece otro avión argentino” y “México recibirá mandatarios norteamericanos”.
Uno de los rasgos significativos de esta primera edición fue la inclusión de la columna Picaporte del periodista Luis Spota. El número 1 de El Heraldo se conformó por las secciones de información general, internacional, deportes, sociales y cultura.
Los reporteros de la primera sección, fundadores del periódico que publicaron al menos una nota el martes 9 de noviembre de 1965 fueron: Leopoldo Mendívil, Homero Bazán Víquez, Guillermo Pérez Verduzco, Alejandro Íñigo, Sotero Garcíarreyes y Antonio Navarro Zarazúa.
Otros pioneros, entre los que aparecen jefes de sección, articulistas, editorialistas y reporteros de otras secciones también figuraron: Luis Suárez, David Cruz, Víctor Blanco Labra, Raúl Velasco, Miguel Jiménez, Carroll Righter, Martínez De La Vega, Castillón Bracho, Raúl Sánchez Hidalgo, Manuel Villasana, Alberto Reyes, René Chambón, José Alameda, Armando Valdez Peza y Puck, El Duende Amigo, Armando Valdez Peza, Isaac Abeytua, los Comentarios de Agustín Barrios Gómez y los editorialistas Xavier Escalada y Andrés Serra Rojas y Guillermo Tardiff.
Cabe señalar, que un mes antes de lanzar al mercado el primer ejemplar se hicieron coberturas especiales a manera de prueba para foguear al nuevo equipo de reporteros, redactores y correctores que realizarían el trabajo informativo del día a día: Homero Bazán Víquez, Guillermo Pérez Verduzco, Alejandro Íñigo, Sotero Garcíarreyes y Antonio Navarro Zarazúa, Pese a la planeación y las expectativas para imprimir a tiempo el primer número, la rotativa falló. Ante la imposibilidad de sacar la impresión, don Gabriel se vio obligado a maquilar una parte del periódico en una imprenta externa
Tecnología de vanguardia y mercadotecnia
Gabriel Alarcón, acostumbrado a levantar negocios y hacerlos rentables a corto plazo, se asesoró de expertos editoriales, en la mercadotecnia y en el rubro tecnológico.
En estos últimos rubros aplicó la regla básica de una naciente empresa: conocer las fortalezas y debilidades de la competencia local, así como el conocimiento de las fórmulas exitosas en diseño y formato de periódicos extranjeros. Dos años antes de salir al mercado, en 1963, inició una ardua valoración de los sistemas de producción en la impresión y de las nuevas tendencias en el diseño editorial. El hijo de Gabriel Alarcón, Óscar, fue el encargado de visitar y conocer de forma directa varias de las más importantes empresas editoras de periódicos del mundo. Se abocó a la tarea de integrar una propuesta de imagen que representara un verdadero cambio en la forma de editar periódicos en México.
El propietario tomó todas las previsiones mercadológicas posibles: contrató a consultores y especialistas del negocio editorial para conocer, mediante el diagnóstico del mercado de lectores, qué leían y cómo leían periódicos los diferentes sectores socioeconómicos de la población de la Ciudad de México, estudios que arrojaron los siguientes resultados:
“…yo mandé hacer muchos estudios antes de que saliera a la luz el periódico. Veíamos que la gente no disponía más que de 20 minutos para leer. Sólo 20 minutos tenían para leer todo el periódico y no esos chorizos de Excélsior, o el pase a la siguiente página de El Universal, pasabas de la página 1 a la 7 de la 7 a la 8 pase a la sección de Deportes como en El Universal”[9].
Se decidió enfocarse en el sector de las clases medias y altas. Entre estos estratos predominaba el interés por informarse de forma breve. Para la periodista María Elena Hoyo, responsable en los setenta del suplemento, Feminísima, los Alarcón habían acertado con la fórmula de notas cortas:
“Pienso que fue realmente la fórmula del éxito de El Heraldo, ¿Qué tenía de bueno? Que leías rápido el periódico, no tenías tiempo. Ya desde entonces visualizaba Óscar (Alarcón Velázquez) que el periódico tenía que ser rápido, así que desde entonces decía a los reporteros y redactores: córtenle, córtenle”[10].
La tarea siguiente consistió en diseñar un periódico muy distinto a los que hasta ese momento existían. El reto era innovar, desarrollar un medio impreso con una cara distinta: en lo periodístico mayor cobertura informativa en base a notas más breves, muy parecido al modelo norteamericano; en la forma, los creativos del nuevo diario tenían la consigna de revolucionar el diseño editorial: una imagen más moderna incorporando el color en las primeras planas de las secciones, con un alto número de gráficas (fotografías y dibujos) en cada una de las páginas del periódico así como idear una presentación del texto que facilitara la lectura ágil de la información.
Además, que El Heraldo de México fue el primer periódico a color, éste también se distinguió por cambiar la presentación tradicional de las noticias, que hasta entonces, eran impresas en un solo paquete por una presentación en secciones independientes. En una práctica que en este tiempo es muy común en los periódicos tamaño estándar, El Heraldo de México podía leerse por secciones: el periódico apareció con su sección deportiva, de espectáculos, de sociales, de información general y el suplemento cultural. De esta forma de separación de la información, el lector interesado en un asunto en particular sólo desprendía la sección correspondiente.
Pedro Camacho Marín, reportero suplente en 1969 establece lo trascendente que resultó la innovación de un medio que separaba por secciones independientes la información:
“antes era un solo cuaderno (…) El Heraldo fue el primero en hacer una sección para cada tipo de información con la idea de ser, desde el principio, un periódico familiar y que cada miembro de la familia tomara la parte que le interesaba, la parte de deportes y sociales. Buen negocio se fundó mucho tiempo después, lo cierto es que esta sección era parte de la información general y hasta 1976 empieza aparecer por separado la sección de Economía y Negocios”[11].
Para alcanzar este objetivo el periódico debió crecer en su número de rotativas, técnicamente era más conveniente que cada sección se imprimiera en una rotativa independiente. Por ello, la inversión se tradujo en la compra del equipo más moderno para ir escalando grandes tirajes. En principio se adquirieron dos rotativas, luego otras: “…si usted ve el periódico primero éste se hizo con dos rotativas, luego con tres luego con cuatro, hasta llegar a 6 rotativas y entones se pensó en dar color.”[12]
Además de la compra de rotativas se importó el más moderno equipo para garantizar la calidad del trabajo en talleres y redacción. Para recibir la información internacional se instaló un departamento de cables, por medio de teletipos, para recibir los despachos informativos de las agencias informativas.
Se incorporó el servicio de télex, este sistema ofrecía mayores ventajas que el teléfono, aunque era necesario cuidar que las notas “entren” completas. Se adquirieron telefotos y radiofotos que facilitaron la transmisión y recepción del material gráfico[13]. Además, se innovó con el sistema de impresión ATF (American Type Founders). Esta fase inicia una vez que los originales están corregidos y el armador ha dispuesto el espacio en la plana en la que aparecerá la información. El material es llevado a una sala de impresión llamada ATF[14]. En este momento arranca el proceso técnico en la organización de un periódico. La máquina ATF puede considerarse uno de los antecedentes más remotos de las computadoras con procesadores de textos, estos modernos equipos de aquellos años contaban con un teclado similar al de una máquina de escribir, operado por una mecanógrafa. Para llevar a cabo esta labor El Heraldo contrató a varias capturistas, que previamente habían recibido una capacitación para trabajar con estos nuevos equipos. Desde la captura el tamaño de la fuente o punto del texto puede ser marcado previamente por el secretario de redacción. Una vez hecha la captura completa del original la información queda registrada en una cinta perforada. Una vez registrada y capturada la nota, la cinta perforada pasa a una nueva máquina llamada Compugrafic. En este momento la operadora indica la medida necesaria para que la nota aparezca en la galera, en medidas que pueden ser de una columna, dos o tres o las que sean necesarias. El procedimiento era el siguiente: “La cinta perforada por la operadora de la máquina ATF, en lugar de enviarla a “compugrafic”, se coloca en la Margentaler Correctem”, en cuya pantalla aparecen traducidas las perforaciones en letras. La cinta corre simultáneamente a otra que registra las mismas perforaciones que la original”[15]
El monto de lo invertido pasó de siete millones de pesos en 1965 a 30 millones en 1967. Además, hay que considerar que tanto el inmueble, equipo administrativo, rotativas y equipo, se adquirieron exprofeso para el uso del periódico. El éxito en el mercado, superando en dos años la fase de arranque con números rojos, alentó nuevas inversiones para mantenerse en el liderazgo tecnológico. Ahora el periódico adoptaba nuevos procesos de captura y transmisión de datos que revolucionaría el trabajo de las redacciones con la adquisición de las primeras computadoras en la redacción… En 1975, con la compra de equipo Compugraphic se convirtió en el pionero de la informática periodística. Un año después La Prensa haría lo propio con equipo Harris (1976), ambas marcas implementadas por estos medios pioneros (Compugraphic y Harris) fueron desde entonces las predominantes en la industria diarística capitalina[16]. A continuación se presenta la cronología de la renovación de equipos computarizados en la prensa capitalina:
Periódico | Año de adquisición | Marca |
El Heraldo de México | 1975 | Compugraphic |
La Prensa | 1976 | Harris |
Ovaciones | 1977 | Compugraphic |
Novedades | 1977 | Harris |
Esto | 1979 | Harris |
El Sol de México | 1979 | Harris |
El Universal | 1980 | Harris |
Cuestión | 1980 | Compugraphic |
El Nacional | 1981 | Compugraphic |
La Afición | 1981 | Harris |
El Financiero | 1981 | Compugraphic |
La Jornada | 1984 | Printaform-Compugraphic |
Las investigadoras Ana María Menéndez y Florence Touissaint describieron cómo se trabajaba en El Heraldo con esa tecnología moderna para aquellos años:
“En la sala de redacción existen 50 terminales con las cuales trabajan indistintamente los reporteros y los jefes de sección. La marca de las terminales es Compugraphic, modelo MDT 350 y MDC 350. Las primeras fueron adquiridas en 1977 y las últimas hace seis meses. La caducidad de dichas máquinas es de 10 años promedio. Los reporteros elaboran sus notas en terminales. Estas lo que hacen es picar una cinta que luego irá a las fotocomponedoras. De la composición se prepara una prueba dura. Ésta va al jefe de información quien la corrige, la jerarquiza, le pone cabezas y la regresa a la componedora para su elaboración final. Existen tres fotocomponedoras de la marca Compugraphic conocidas como Video Setter IV. Para formar se utiliza el sistema antiguo de recortar y pegar las galeras hasta dar la diagramación total de la página. Ésta pasa a fotomecánica y de ahí a rotativas”[17].
En los setenta, en los años boyantes del periódico, la inversión en tecnología permitió la renovación de los equipos de captura en la redacción y extender el número de rotativas:
“El Heraldo de México se imprime en ocho rotativas Goss Urbanite. Esta es la instalación más grande de rotativas en México. Están divididas en dos. Cuatro rotativas en un grupo y cuatro en otro, con ocho unidades cada grupo. El tiraje es de 50 mil ejemplares por hora. El tiro se realiza de 10 de la noche a la cinco de la mañana. Las máquinas sólo se ponen a funcionar en este horario pues la casa no maquila ningún material de fuera”[18].
Con tal capacidad de impresión instalada, no era extraño suponer que el periódico tuviera una sobrada capacidad de tiraje para alcanzar, en ciertas ediciones, hasta los 250 mil ejemplares impresos. En relación con lo anterior, el siguiente cuadro ilustra la capacidad de tiraje de la industria diarística capitalina en la que El Heraldo ocupó un lugar destacado.
Cuadro 4.-Tipo de rotativa de los diarios capitalinos
Periódico | Marca | Tiraje Aprox./hora |
Excélsior | Goss | 45,000 |
Ovaciones | Color King Uniman | 40,000 30,000 |
El Heraldo de México | Goss | 50,000 |
El Día | Heifel | 40,000 |
La Afición | Harris | 40,000 |
Esto | Goss Harris | 45,000 40,000 |
El Universal | Harris Harris | 60,000 60,000 |
Novedades | Goss Harris | 50,000 50,000 |
Uno más uno | Goss | 30,000 |
Cuestión | Color King | 16,000 |
La Jornada | Goss | 40,000 |
El Sol de México | Goss Harris | 15,000 50,000 |
El Nacional | Harris Harris Harris | 45,000 50,000 25,000 |
La Prensa | Goss | 65,000 |
Sin embargo, el interés por mantener en el liderazgo al periódico decayó tras la muerte del dueño y fundador, lo que se traduciría años más adelante, en un rezago tecnológico gradual, que dejó atrás a El Heraldo de la competencia por las innovaciones de maquinaria que otras empresas periodísticas sí desarrollaron para sobrevivir en el mercado.
Las razones para fundar un diario
Varios factores favorecieron el surgimiento de este medio. Gabriel Alarcón, perteneciente al Grupo Puebla, desde muchos años antes, trabó una buena amistad con Gustavo Díaz Ordaz, al que conoció cuando éste era funcionario y político estatal, según afirmó Óscar (Alarcón Velázquez), el menor de hijos:
“La relación de Gustavo Díaz Ordaz con mi papá empieza de jóvenes. Mi papá vivía en Puebla, Gustavo Díaz Ordaz entonces era secretario particular del gobernador de Puebla (Maximino Ávila Camacho). Ellos ya se conocían en épocas de estudiantes. Mi mamá fue la que los presentó, ella tenía un hermano que se llamaba Gustavo (Velázquez) y era íntimo de Gustavo Díaz Ordaz, así se conocieron, por mi mamá. Mi papá conoció a Gustavo Díaz Ordaz por el hermano de mi mamá, por esa amistad que tenían con don Gustavo Velázquez. La amistad de Díaz Ordaz con mi papá se remonta a los años treinta”[19]
Además de amigos y paisanos entre Alarcón y Díaz Ordaz también coincidían en su visión política y religiosa; “Era una buena relación la que tenía (Alarcón) con Díaz Ordaz, él inauguró el periódico. Los Alarcón y Díaz Ordaz son familias católicas. Otro signo, la religión y el poder. Don Gabriel sabía muy bien el poder que le daba contar con un medio”[20].
Gabriel Alarcón, el otrora magnate de la exhibición cinematográfica, buscaba un nuevo negocio para reivindicar su imagen por el asunto Mascarúa[21], y una vez con el poder que da poseer un medio, figurar como actor en la política nacional. Para conseguirlo, concentró todos sus recursos financieros y humanos para garantizar el éxito de su periódico. El empresario de los cines materializaba, quedando atrás la sospecha del crimen contra el líder sindical de los trabajadores, aquel anhelado proyecto de tener su propio periódico, y con ello cerrar la página de aquel pasado como el exhibidor más poderoso de México, olvidarse de aquel negocio y de sus diferencias con Adolfo López Mateos cuando éste le expropió 385 salas en el país, porque el Presidente, asesorado sospechaba que la empresa de Alarcón y del viejo William Jenkins quería monopolizar con la COTSA y la Cadena de Oro las salas mexicanas.
El diario buscaba arrebatarle lectores a Excélsior, Leopoldo Mendívil, reportero fundador, recuerda el contexto de la competencia diarística de aquellos días y hacia donde se dirigían las estrategias mercadológicas para posicionarse en el gusto de los lectores capitalinos:
“La mirada estaba puesta en Excélsior. Aunque en aquellos tiempos el que estaba más cerca era Novedades, porque El Universal estaba muy caído, La Prensa es un periódico que se cuece aparte, esos eran los principales diarios. En aquel momento había un semanario de izquierda, Política; El Sol de México, por su parte, nació muy tarde; García Valseca creó la cadena. Por intereses gubernamentales no querían dejar tener un periódico que no fuera El Esto en la Ciudad de México, no le permitieron por mucho tiempo montar un periódico aquí, por eso El Sol de Medio Día, que es el primero que nace aquí, en julio de 1965, es decir hasta que acabó el gobierno de López Mateos, no se lo permitían, no sé por qué, no te lo puedo decir… Hasta que llega el régimen de Díaz Ordaz, también oriundos de por allá de Puebla. Entonces nace El Sol de Medio Día que sale a la circulación el 7 de junio, el día de la libertad de prensa de ese año y que corre García Valseca porque ahí venía El Heraldo por eso nació medio campechaneado tecnológicamente hablando. Definitivamente la idea era (que El Heraldo) llegará a ser el número uno del país, eso era lo que querían hacer, aún cuando no tenían la experiencia periodística, ni las plumas que tenía Excélsior, que ya era el Excélsior de Scherer en el 68. Ahí a finales de 68 empezó a sentirse el nerviosismo del Excélsior frente a El Heraldo”[22].
Aunque al principio se atribuía el origen del financiamiento a “cuatro supermillonarios” de origen poblano: Gabriel Alarcón Chargoy y Manuel Espinosa Yglesias[23]; el grupo de inversionistas lo completaban un expresidente de la Bolsa de Valores de México, Carlos Trouyet[24] y Raúl Bailleres[25]. Si bien con estos nombres especuló un sector de la prensa sobre su participación financiera en la inversión de El Heraldo. Gabriel Alarcón Chargoy se convirtió en el único dueño del periódico. Éste quedaría al frente del Consejo de Administración; sus hijos Oscar y Gabriel como accionistas principales.”De acuerdo con el registro del 26 de junio de 1976, ambos poseen 4890 acciones. Otros miembros de la familia tienen 4 000 acciones cada uno. El capital social se cifró en 10 millones de pesos siendo que el valor de las acciones superaba el monto del capital social registrado”[26]. En la administración financiera y periodística El Heraldo de México fue durante toda su historia, un negocio familiar.
De taquillero a voceador:
Aunque Gabriel Alarcón Chargoy nació en Tianguistengo, Hidalgo, el año de 1907, la biografía y origen de la fortuna de éste se encuentra en la capital del estado de Puebla. Desde joven destacó por su innata habilidad de crear negocios. Fue parte del poderoso Grupo Puebla, liderado por el empresario de origen estadounidense, pero arraigado en Puebla, William Oscar Jenkins Biddle. Al selecto club de capitalistas poblanos pertenecieron, además, otros personajes de la vida política y económica de México: Manuel Espinoza Yglesias, Rómulo O´Farrill, el coronel José García Valseca y Maximino Ávila Camacho.
El exhibidor de Cadena de Oro: Gabriel Alarcón, en portada del número 205 del día 25 de marzo.
La influencia de este grupo, durante los años de la consolidación del sistema político mexicano (1940-1970) fue fundamental en la configuración de las políticas de comunicación en México. El patriarca de esta sociedad, el estadounidense William Jenkins, mantuvo por décadas la concentración monopólica en la exhibición cinematográfica bajo el control de las dos principales empresas en manos de sus dos más cercanos amigos y socios: Gabriel Alarcón Chargoy con la Cadena de Oro y a Manuel Espinoza Yglesias, administrando la Compañía Operadora de Teatros.
Gabriel Alarcón se inició en la vida de los negocios como comerciante a los 14 años en la ciudad de Puebla, tiempo después tras arraigarse en la capital poblana, incursionó en el negocio de las salas de cine. Fue ahí donde echó a andar la primera de las muchas que posteriormente lo convertirían en uno de los zares de la proyección nacional. En el centro de la ciudad capital el joven Gabriel Alarcón se estrenaba como exhibidor en el emblemático Cine Reforma, considerado “el mejor de la época”, de acuerdo con las crónicas que recuerdan aquellos años[27] .
Desde muy joven Alarcón desarrolló un olfato para reconocer el gusto de lo popular, la producción cinematográfica nacional iba en ascenso, eran las décadas de los años cuarenta y cincuenta, la época de oro del cine mexicano[28]. El negocio de este primer cine resultó un éxito financiero, Gabriel Alarcón descubría una veta prácticamente inexplorada, con un mercado cautivo que aumentaría conforme se aceleraba la migración a las grandes ciudades. Vender entradas al cine podría resultar altamente rentable, era necesaria la expansión. Su hijo Oscar comenta cómo surgió la necesidad de buscar un nuevo cine, lo que llevó a su padre a pedir apoyo financiero al prestamista William Jenkins:
“La relación (Alarcón-Jenkins) inició desde que ambos eran jóvenes, mi padre teniendo unos veintitantos años conoce al señor Jenkins. Mi papá pone su primer cine que era el Cine Reforma de Puebla. Entonces fue a ver a don Guillermo para que le prestara dinero para poner un segundo cine en Tehuacán, Puebla. Entonces don Guillermo le dijo “que no le prestaba que se iba asociar con él”. Así mi papá trabajaría y él financiaría. Así empezaron esa relación, primero construyeron el segundo cine y mucho tiempo después llegaron a tener 385 cines a nivel nacional”[29]
Por su parte, el reportero Leopoldo Mendívil establece por qué se le consideraba a Gabriel Alarcón un personaje poblano y cómo se hizo un empresario exitoso de la mano de William Jenkins:
“Fue don Gabriel Alarcón poblano por lo que hizo en Puebla. Siempre estuvo ligado al capital, segundo, a un capital extranjero de un hombre que se realizó en México: Jenkins […¨] William Jenkins, este norteamericano llegó aquí, tenía capacidades de realizarse en México, en condiciones que seguramente no hubiera logrado allá en su país. Llegó a Puebla. Ahí tuvo varios negocios; a su amparo nacieron como hombres de empresa Gabriel Alarcón, por un lado, y Espinosa Yglesias por otro, ellos eran sus hombres más cercanos, sus hombres de confianza. Estuvieron en la industria automotriz, la cinematografía, las salas cinematográficas y la banca. Por eso Espinosa Yglesias agarró el camino de los bancos y Alarcón el de los cines. Eran capitalistas […] eran profesionales del dinero”[30].
Don Gabriel Alarcón jamás olvidaría sus orígenes de exhibidor cinematográfico, por eso dispuso colocar en la redacción junto a sus nuevas oficinas de director y presidente de El Heraldo de México, una butaca de cine acolchonada, como aquellas que ocupaban las plateas de su primer cine en Puebla, El Reforma.
El Heraldo de los empresarios conservadores, católicos y anticomunistas
La distribución de la información en la primera sección mantuvo ciertos convencionalismos muy acordes al pensamiento conservador de la familia Alarcón. La congruencia con una línea ideológica fue consistente a lo largo de los 38 años en las que circuló el diario.
“…un periódico debe de reflejar su manera de pensar en la columna llamada editorial, desde el punto de vista del editor. Otra es la distribución del material en el medio: una nota que puede ser la principal para La Jornada, para El Heraldo a lo mejor aparecía en la página 23 o no aparecía. Porque para El Heraldo había otras cosas más importantes, una manifestación de 1000 gays en Reforma. El Heraldo publicó una nota de dos párrafos: “Protestan homosexuales en Reforma”, en la página de información nacional, chiquita y ahí abajo. Ahí está la información. Por su parte, La Jornada le dio la contraportada, fotos, apertura, es válido es su punto de vista, el mismo es este otro, incluso pudo no haberse publicado en El Heraldo, oculta no oculta. Si se determina que no me importa esa información es válido. Lo que no habría sido válido habría sido una nota que dijera cinco monos se pararon ahí pretendieron representar, eso ya es manipular la información. Si son cinco mil o los que hayan sido esos son, como ahora que se llenó el Zócalo contra la criminalidad resulta que eran 80 mil según la policía del DF, no hubiera sido una manifestación perredista sino hubieran sido 8 millones, eso es lo que no se vale y eso es lo que procurábamos más aquí”[31].
Entre los articulistas de El Heraldo de México se encontraban miembros distinguidos de grupos ultraconservadores del movimiento como Víctor Sánchez Steinpreis. El militante del MURO había encontrado un foro para proclamar la defensa de los valores católicos de los universitarios de la derecha. Sánchez Steinpreis que a lo largo de los años se convirtió en uno de los nombres más conocidos de la página editorial, aprovecharía este espacio para golpear sistemáticamente el desarrrollo de movimientos progresistas del catolicismo. José de Jesús Castellanos, recuerda: “Sánchez Steinpeis se traía a Méndez Arceo de bajada”.
En 38 años de historia, relatados en el siguiente capítulo, El Heraldo mantuvo un pensamiento homogéneo estrecho, rígido, tradicionalista, similar a la provinciana visión de su dueño, consintieron y asilaron extremistas de la derecha sin plantearse el reto de reconocer la diversidad del pensamiento expresado en editoriales plurales. No tuvo cabida el debate ni la divergencia, esta fue, probablemente, una de las causas por las que perdió credibilidad y quedó rebasado por la historia.
Desde una visión más amplia y autocrítica Cosme Haces, jefe de redacción y editorialista que ingresó a El Heraldo en mayo de 1972, y uno de los hombres de confianza de don Gabriel Alarcón justifica la inclinación ideológica de los dueños del periódico: “Era un periódico anticomunista y hay que entender la circunstancia en un momento de guerra fría. Nace en momentos precisos al movimiento del 68, tres años antes y entra, digamos que cubre el movimiento del 68 en contra del movimiento”[32].
Como defensa a la rígida postura oficial sistemáticamente defendida por El Heraldo, la misma que retrata Blanche Petrich como la de “aplaudir en los banquetes la mano firme y la respuesta ejemplar del presidente Gustavo Díaz Ordaz ante la conjura”, José Fonseca, editor de El Heraldo en los setenta, defiende el dogmatismo ideológico asumido por los propietarios de El Heraldo durante el conflicto estudiantil:
“Este era un periódico fundado por empresarios, por ello era imposible, sólo a un loco se le hubiera ocurrido que un periódico como este adoptara una visión de izquierda y menos de la izquierda de los años sesenta, que además era una izquierda marxista con una gran connotación hacia la violencia armada, que era la tendencia. Un radicalismo que por ósmosis tomábamos, y luego se trae mucha gente a pesar de este sello con el que nace el periódico en el que empiezan los acontecimientos violentos del 68, esto empieza en la preparatoria donde hubo el gran enfrentamiento y llega la policía esto lo expongo para exponerle cómo se consignaban estos hechos periodísticamente”[33].
Para Cosme Haces, desde su aparición, El Heraldo y la prensa de derecha defendieron los intereses de clase, por ello, capitalizó muy rápido un mercado de lectores opuesto al mercado conquistado por Excélsior, identificado como un medio de izquierda:
“Los Alarcón tenían un pensamiento de derecha capitalista, proempresarial, la diferencia era el contraste entonces con el Excélsior de Scherer, que estaba más en el lado de la izquierda. Esos contrastes, en mi opinión, favorecían a los dos periódicos. Cuando tu polarizas, atraes a los que simpatizan, yo siento que el hecho de que naciera en el sexenio de Díaz Ordaz fue una circunstancia que benefició a los Alarcón, posiblemente, lo que pasa es que también era una época diferente de México. El desarrollo estabilizador no empezó con Díaz Ordaz empezó antes, a lo mejor con Alemán, posiblemente, pero se consolidó con Díaz Ordaz y era un sistema económico muy afín a los que se habían hecho ricos en la época de Alemán, los que venían manteniendo ese statu quo y sus medios lo defendían. Porque el Novedades también era un periódico de derecha, muy poblano, los grandes dueños de periódicos, Alarcón, García Valseca y los O´Farrill”[34].
Debe destacarse que en las páginas editoriales de El Heraldo aparecieron pensadores críticos, que contrastaban con habitual discurso ultra conservador, con escritos que no siempre agradaron al régimen como fueron las columnas y artículos de opinión firmados por los connotados Luis Spota*, Luis Suárez y Emilio Gómez Abreu. Este ejercicio de pluralidad, generado en un contexto político e ideológico tan polarizado, provocó que en la página editorial se colocara la advertencia de que “El Heraldo no se responsabiliza de la opinión individual de los editorialistas”. El subdirector general de El Heraldo, Óscar Alarcón Velázquez, aclara que motivó esta inserción:
“Remóntese a los años sesenta; eran épocas difíciles para la prensa. Estábamos bastante sujetos por el gobierno y Díaz Ordaz era un presidente muy duro, y a veces se molestaba por algunos artículos editoriales. Por eso tuvimos que poner esa leyenda, cada uno era responsable de lo que escribía”[35].
Lo anterior confirma como, en el caso particular de El Heraldo, y en la mayor parte de la prensa mexicana, debieron ceñirse a las órdenes del poder y a la aprobación del titular del Ejecutivo. Una vez hecha la aclaración en los espacios de opinión podría entenderse la aparición de una pseudoapertura muy adecuada porque no amenazaba la relación establecida con el poder.
Durante el conflicto estudiantil de 1968, El Heraldo endureció su postura ideológica contra lo que llamó “la conjura comunista”. El periódico se distinguía por ilustrar sus notas con abundante material gráfico, lo que permitió documentar desde el comienzo el ascenso del movimiento. Como recuerda Leopoldo Mendívil, las fotos de cómo escaló el conflicto aparecían en los periódicos murales de los estudiantes de las escuelas y universidades que apoyaban el movimiento. El investigador Alberto Troncoso del Castillo ha documentado la estrategia diseñada por El Heraldo para generar una percepción negativa del movimiento estudiantil entre los lectores del conservador diario. El trabajo fotoperiodístico particularmente en este conflicto, estaba encaminado a desacreditar el discurso y la imagen de los estudiantes.
Desde el conservadurismo, El Heraldo mantuvo como línea institucional un espacio permanente a la iglesia, el ejército, el partido hegemónico y el anticomunismo (nacional e internacional). Los editoriales del clérigo Xavier Escalada, la plana completa dedicada ha rendir honores al ejército publicada invariablemente cada 24 de junio, los comentarios políticos del expresidente Emilio Portes Gil así como las opiniones apasionadas de Sánchez Steinpreis y el internacionalista Eudocio Ravines, todos ellos plumas plenamente identificadas con la visión ideológica de El Heraldo de México, confirman esta consistencia ideológica sostenida durante casi cuatro décadas de circulación
Abundaron también los comentarios editoriales en los que se reivindicaban las tesis expuestas en la Encíclica del Papa Paulo VI sobre el progreso de los pueblos. Los articulistas documentaron día a día con severas críticas lo que llamaron “insistentes zarpazos comunistas”. La opinión adversa contra el marxismo y los movimientos sociales vinculados a esta ideología unificaron el pensamiento de los directivos de El Heraldo y sus articulistas. Arturo Ríos en su espacio, Botón de muestra, escribía: “Los Absurdos maoístas”: “Los propagandistas chinos se han hartado de llamar al gobierno soviético la camarilla revisionista. Han agregado el calificativo de renegada a la acostumbrada expresión difamatoria” (2 de junio de 1968).
El bazukazo, un aporte historiográfico
En la madrugada del 30 de julio fuerzas militares intervienen escuelas de la UNAM y el IPN. “Tanques ligeros y jeeps equipados con bazookas se dirigen del campo militar número uno a la zona de San Idelfonso; entran a bayoneta calada y destruyen la puerta de la Preparatoria 1”[36]. La violenta invasión de las fuerzas castrenses federales en uno de los sitios con más historia en el simbólico barrio universitario del Centro Histórico, territorio autónomo universitario, desató el rechazo de la comunidad estudiantil y de grandes sectores de la sociedad civil sin que necesariamente estos hechos fueran condenados por la prensa. En relación con estos acontecimientos, El Heraldo de México fue el único medio de comunicación que publicó en primera plana, en la edición del martes 30 de julio de 1968, una amplia cobertura fotográfica del “bazukazo”, material inédito que representa el único referente que documenta la presencia del ejército en las instalaciones de la Escuela Nacional Preparatoria.
El extenso fotorreportaje presentó desde la primera plana y en la totalidad de dos páginas centrales, las imágenes de aquel enfrentamiento. Los fotógrafos de El Heraldo, Ramón Guzmán, Emmanuel Casasola, Gustavo Enrique Flores, Gustavo Guardiola y Eduardo Quiroz, registraron en blanco y negro los distintos momentos de la brutal acción militar en el centro histórico. La audacia de éstos trabajadores de la lente permitió conocer con mucho detalle el operativo federal contra la máxima casa de estudios.
El acierto periodístico de El Heraldo de México de presentar en amplios espacios las imágenes de mano dura del gobierno y su ejército contra los estudiantes produjo al día siguiente -30 de julio de 1968-, la molestia inmediata de la presidencia de la República. Gustavo Díaz Ordaz, que tres años antes inauguraba las instalaciones de El Heraldo en la colonia de Los Doctores, mantenía un estrecho vínculo amistoso con la poblana familia Alarcón. El Presidente, que mantuvo una cercana relación con El Heraldo de México, manifestó su asombro y enojo contra las imágenes que retrataban a decenas de soldados derrumbando con armas de guerra la puerta principal de la Escuela Nacional Preparatoria. La reacción esperada: el reproche de Los Pinos a los Alarcón era inevitable. Leopoldo Mendívil, reportero político que dio seguimiento al conflicto desde sus primeros días, hace la remembranza de cómo, según su versión, ocurrieron los hechos:
“…había una gran libertad para publicar lo que uno estaba viendo. Hay un momento de quiebre: la foto del bazokazo; ocurre como a las 10:30 u 11 de la noche, la toma un fotógrafo de apellido Guardiola, fotógrafo, que como andaba en sociales de esmoquin, así se estilaba que los fotógrafos llegaran a los eventos elegantes. Le dicen “te me vas a allá al centro, ya se habían agotado todo los fotógrafos, se fue metiendo junto a la tropa, junto a la preparatoria entonces él ve que ahí estaban. En toda la secuencia de fotografías que hizo, sólo hay una foto con la bazuka aquí y el arma, y luego la puerta destruida o dos más. Este cuate incluso se mete y se da cuenta cómo sacan a los muchachos, era salvaje aquello, hacían fila india e iban pasando y a patadas y a golpes los policías dando culatazos y éste tomando fotos; entonces alguien se da cuenta que hay un fotógrafo ahí, de smoking tomando fotografías y se le van contra él y lo empiezan a golpear, y quisieron quitarle la cámara. Pero resulta que era el batallón de paracaidistas y Guardiola, que tenía muchos años en el medio, conocía al comandante que iba estar el 2 de octubre y entonces le grita: “mi general, ahí déjenlo, a él no, a él déjenlo, y se va con su cámara cerradita y es así como llegan las imágenes a El Heraldo. Entonces revela, en ese momento sólo estaba Óscar Alarcón y entonces le muestra las fotografías y le dice soy el único que estuve ahí y salí en estas condiciones. Le cuenta y Oscar dice: “Adelante con la foto”[37].
Al día siguiente buscó al señor Alarcón: “… el secretario particular del presidente de la República y no estaba don Gabriel (Alarcón, padre) y dicen que estaba Oscar. Parece que el secretario había dicho a Oscar, “dile a tu papá que dice el señor presidente si ya no son amigos” ¿por qué? -pregunta Óscar Alarcón- “por la foto que publicaron hoy”. Y ahí le salió la casta al otro y le respondió, “mi papá no supo de esa fotografía, yo estaba aquí en el periódico y me pareció una foto buena, me pareció una foto periodística, no pensé en otras situaciones no es en contra de la institución cómo cree, si don Gustavo, el señor presidente ha sido amigo nuestro de mi papá de toda la vida.”[38] Para Óscar Alarcón Velázquez, protagonista del incidente, el disgusto del Presidente de la República fue trasmitido por una llamada personal realizada por su primogénito:
“Gustavo Díaz Ordaz tiene un hijo que se llama Gustavo, que es amigo mío, él me habló y me dijo: “mi papá está muy molesto contigo”, yo le dije, “¿por qué Gustavo?” “Porque le publicaste el bazukazo”, le digo “yo no lo hice con la intención de molestarlo, sino como una cosa periodística, así que dile a tu papá que yo siento mucho que se haya molestado por eso, pero eso no quita mi admiración y mi amistad por él”. Estaría molesto el presidente Díaz Ordaz uno o dos o tres meses y luego se le pasó”[39].
Después de 40 años Óscar Alarcón sostiene que don Gabriel, su padre, nunca se molestó de forma directa con él por haber autorizado la publicación de aquella fotografía: “No se enojó pero, me dijo que por qué había hecho eso, le dije “porque era periodístico papá” y me contestó, “bueno, ya lo hiciste ya ni modo”, y no pasó nada. Aquel acierto periodístico condenado por la Presidencia debió haber sido el único incidente, probablemente involuntario, que provocó un relativo distanciamiento entre Gustavo Díaz Ordaz y los Alarcón. Sin embargo, y dado el curso acelerado de los acontecimientos de los siguientes meses, tal como está documentado en los archivos hemerográficos, el respaldo otorgado al régimen por El Heraldo para sostener con titulares, artículos y notas, la tesis de la conjura comunista fue una de las estrategias propagandistas para legitimar el uso de la violencia estatal contra la comunidad estudiantil universitaria.
“En ese momento se enfrió la amistad por un rato. En ese momento comenzó El Heraldo a modificar su política editorial en relación con el movimiento del 68”[40].
Este fue el único registro fotográfico publicado por la prensa nacional que documenta cómo el uso de una bazuca del ejército mexicano destruyó la puerta principal de la Preparatoria de San Idelfonso. Fotografía de Gustavo Guardiola
Primera plana de El Heraldo de México, 30 de julio de 1968
En la primera plana de la edición del martes 30 de julio de 1968 la nota central, firmada por el reportero Homero Bazán Víquez y cabeceada como: “El Ejército Restableció el Orden”, testificaron la presencia militar en el edificio universitario de San Idelfonso. En páginas interiores, como se muestra a continuación, el equipo de reporteros gráficos: Ramón Guzmán, Emmanuel Casasola, Gustavo Enrique Flores, Gustavo Guardiola y Eduardo Quiroz ofrecen un compendio de otras escenas del ataque militar.
El Heraldo, el diario de la imagen, concedió dos planas completas de fotografías para mostrar diferentes ángulos de las detenciones militares |
José Fonseca, jefe de información en 1976, reivindica el valor historiográfico de la foto del bazukazo: “En lo relativo a la información gráfica fue el único periódico que publicó la foto del bazukazo contra la puerta de la escuela. Lo publicó El Heraldo y durante muchos años, cuando se pierde la memoria, empezaron a decir que no era cierto, versiones oficiales y extraoficiales decían que el bazukazo no había existido”.[41]
Aunque el asunto de la “fotografía incómoda” distanció momentáneamente a El Heraldo de la Presidencia de la República, el incidente puede considerarse como una singular anécdota, ya que en lo fundamental la larga amistad iniciada décadas atrás cuando Gabriel Alarcón Chargoy y Gustavo Díaz Ordaz empezaban abrirse camino en la ciudad de Puebla nunca estuvo amenazada.
Una vez restituida la relación, El Heraldo se congració con Díaz Ordaz extremando sus calificativos contra el movimiento. Como consta en material epistolar resguardado en el Archivo General de la Nación, la comunicación directa entre el propietario de El Heraldo, Gabriel Alarcón Chargoy y el Presidente de la República, Gustavo Díaz Ordaz permite acreditar cómo se orquestó desde distintas dependencias federales y periódicos capitalinos la campaña de desprestigio contra el movimiento estudiantil: el titular de Gobernación, Luis Echeverría; el Procuraduría General de la República, el Jefe del Departamento Central, Corona del Rosal, y el secretario de la Presidencia, Emilio Martínez Manatou.
En una carta enviada y firmada por Gabriel Alarcón, dirigida al presidente de la República, Gustavo Díaz Ordaz, de fecha de 24 de septiembre de 1968, queda de manifiesto la lealtad de los dueños de El Heraldo a la actuación del Jefe del Ejecutivo Federal en el conflicto estudiantil: “… deseo expresar a usted que la amistad y lealtad que le profeso, las antepongo a todo, y al exponerle seguidamente mi actuación en los problemas estudiantiles lo hago para que no exista duda de mi buena fe y entrega a su gobierno, y muy especialmente a que respaldo abiertamente su actuación valiente sensata y patriótica”[42].
El documento también resalta la necesidad de ser orientados y evaluados por el primer mandatario en relación con cómo ha sido cubierta la información de los acontecimientos “desestabilizadores” de los meses de agosto y septiembre:
“Usted, señor Presidente me conoce y sabe que no soy falso. Estoy lo mismo que mis hijos, con usted y respaldamos firmemente su actuación con nuestra modesta forma de actuar; pero le pedimos su orientación… mucho le agradeceremos que si usted personalmente cree que nos hemos equivocado por favor nos lo haga saber”[43]
En la epístola, el suplicante Alarcón aprovecha para señalar a El Día y Excélsior como los medios responsables de un intento por publicar un desplegado de reproches al gobierno firmado por los redactores de todos los periódicos. Asimismo, el propietario de El Heraldo relata el procedimiento de una contraofensiva inmediata para impulsar una publicación de apoyo al régimen:
“…procedí a advertir al Güero O´Farrill (de Novedades) y convencí a mis reporteros de lo desorientadora y patriótica que resultaría esa publicación y que no la apoyaran. El lic. Echeverría me dijo que gracias a la información que en detalle le di se paró a tiempo ese asunto y además se logró que un grupo de redactores “amigos”, hicieran una publicación de apoyo al régimen, En ocasiones la orientación que me da nos da la guía para la noticia de ocho columnas”[44]
En otro párrafo del documento describe la subordinación de El Heraldo a las peticiones del Procurador General de la República y del Departamento del Distrito Federal:
“El Procurador de la República. Nos pidió se destacará, como lo hicimos, el acto de sabotaje en instalaciones de la CFE. Asimismo, los retratos de varios aprehendidos y consignados. Personalmente me manifestó su satisfacción por nuestra forma de actuar. Lic. y Gral. Corona del Rosal. Al igual que los funcionarios antes señalados, nos ha orientado sobre la forma en que nuestras informaciones resultan negativas a los agitadores destacando hechos como la agresión a las fuerzas del orden y la profanación a nuestra bandera nacional. Cabe aclarar que nosotros proporcionamos a otros diarios la foto del trapo que izaron en el asta bandera los estudiantes. En varias ocasiones me ha hecho saber que le ha parecido muy correcta y positiva nuestra forma de actuar”[45].
El secretario particular del presidente, Emilio Martínez Manatou, expresó el beneplácito del Ejecutivo por destacar en primera plana la foto del “Ché” y las aulas universitarias con nombres de líderes comunistas “así como nuestra otra información gráfica”
El Heraldo de México, gracias a su eficiente y numeroso equipo de fotógrafos se distinguió, desde el inicio del movimiento, como uno de los medios con mayor cobertura visual; fue uno de los mayores abastecedores de imágenes para los periódicos capitalinos abiertamente proclives al régimen diazordacista.
En este material que podría clasificarse también como un informe especial de El Heraldo al Presidente de la República, se detalla la satisfacción que produjo al brazo derecho del primer mandatario la aportación del periódico de Gabriel Alarcón: “me manifestó que le gustaba la forma en que estábamos ayudando al gobierno con nuestra información y la conveniencia de seguir ayudando en igual forma”[46]
El Secretario de la Defensa Nacional, General Marcelino García Barragán, “Manifestó su agrado a nuestros reporteros por la forma en que se publicó la intervención del Ejército”[47]. La sujeción a los designios del gabinete llegó a tal extremo que fue el propio Gabriel Alarcón y Agustín Salvat quienes revisaron juntos todas las publicaciones generadas por El Heraldo: notas, gráficas y editoriales. “estuvo de acuerdo en que no se encontraba nada que pudiera interpretarse como negativo al gobierno y que por el contrario, nuestra política era francamente favorable y de apoyo al régimen. Se ofreció a comentarme diariamente nuestra información y hasta esta mañana todo le ha sido altamente satisfactorio”[48].
En la parte final de la carta Gabriel Alarcón reitera su lealtad y la de sus hijos al presidente, y admite que aunque “por muchos lados se nos ha criticado nuestra parcialidad y entreguismo… somos y seremos Díaz Ordacistas y agradecidos leales y sinceros con usted”. La sinceridad de tales pronunciamientos en los que se reivindica la lealtad y la fe aparecen a lo largo del documento y en el terreno informativo, como acepta el propio Alarcón, quedó reflejado en los encabezados y editoriales durante aquellos meses de la víspera del 2 de octubre. El Heraldo de México, que nació prácticamente en paralelo con el sexenio de Díaz Ordaz, demostró, en el terreno de los hechos, que defendería hasta el último minuto y justificaría cada una de las decisiones, por irracionales y autoritarias que parecieran, del régimen presidencialista.
Una actitud generalizada de los editores de periódicos en aquellos días fue la subordinación. El Heraldo de México, probablemente, fue uno de los diarios aliados del régimen, aunque en mayor o menor medida todos lo fueron. En relación a esto, el periodista Arturo Rueda señala: “La prensa nacional no fue sometida por el presidencialismo mexicano, sino que los dueños de los medios y sus periodistas decidieron claudicar su labor crítica para beneficiar sus intereses. Así, el gobierno se sirvió de su predisposición para transformar a los diarios en agentes de la propaganda priísta que permitió “concebir un mundo dominado por una Tiranía Invisible que adopta la forma de un gobierno democrático”[49].
El declive
El periódico empieza a irse en picada en la parte periodística, abundaban los errores tipográficos, de ortografía y redacción. El periódico que había contado con plumas como Salvador Novo, Luis G. Basurto y Fernando Díez de Urvanivia, ya no era el mismo.
En las postrimerías de los ochenta luego de la muerte de don Gabriel, los conflictos generaron una división todavía más profunda. Don Gabriel Alarcón Chargoy dejó la propiedad de El Heraldo a su esposa Herminia Velásquez, y determinó que la dirección debería alternarse entre los dos hijos. Fue Óscar Alarcón el primero en recibir la dirección del diario su gestión fue accidentada, se cobraron venganzas y se acentuaron las diferencias en la redacción.
Los pleitos entre los hermanos Óscar y Gabriel por la disputa de la dirección general, luego de la muerte de don Gabriel, en 1986, llegaron a un nivel insoportable. Los entrevistados coinciden que en este momento empieza el declive de El Heraldo. Para José de Jesús Castellanos, la caída de la sección política se produce por los conflictos familiares entre los hermanos, y se refleja en una muy baja calidad del periódico:
“Mira yo dejé de leer El Heraldo porque se me caía de las manos, era una porquería, había perdido aquellas glorias de dinamismo, lleno de faltas de ortografía, empastelamiento…”[50]
Para Pedro Camacho Marín, periodista de la misma generación que Castellanos, la visión era similar:
“…el periódico empieza a irse en picada, en la parte financiera principalmente, en la parte periodística también. Se vuelve sumamente radical la forma de manejar El Heraldo; queda en manos de un par de radicales, primero uno y después otro, y además de radicales de un tipo que es nefasto que es Adán Juárez que es abominable…Y entonces la radicalización empieza a ser que el periodismo menos periodístico en El Heraldo y más ideológico”[51]
REFLEXIONES FINALES
La historia de El Heraldo debe ser vista desde varios ámbitos: como industria periodística, por sus innovaciones, postura editorial y su manejo informativo, por el enfoque impuesto por sus directivos, condiciones laborales, la administración y vías de contratación, prácticas reporteriles. Autonomía financiera.
Desde el nacimiento del periódico hasta la muerte de su fundador, lo que puede llamarse una primera etapa (1965-1986), El Heraldo invirtió en la mejor tecnología disponible. Desde de los primeros sistemas computacionales de edición periodística, la incorporación de las primeras rotativas destinadas a la impresión en offset, en la modernización de la redacción adquiriendo equipos avanzados de transmisión de datos para la comunicación con las agencias internacionales de información, especializando cada una de las áreas con capacitación y adiestramiento permanente de los recursos humanos con el fin de hacer un uso eficiente de los equipos. El periódico por quince años, al menos, representó la vanguardia de la prensa industrial en México. Con la capacidad para imprimir, como ocurrió en ediciones especiales, hasta 250 mil ejemplares diarios.
Las innovaciones legadas por El Heraldo deben ser vistas en el contexto histórico en el que se producen: la aplicación del color, se pasa de un solo paquete al periódico seccionado (separado e impreso de forma independiente), la inclusión de un periodismo gráfico de y para las socialité mexicana cristalizado en frívolos fotorreportajes bautizados como “los cuics”, lo cual representó una renovación del periodismo de sociales con fórmulas más vistosas y atractivas imitadas en buena parte de la prensa de los años sesenta y setenta. En el ámbito deportivo El Heraldo, por lo menos en las dos primeras décadas, destacó por una de las mejores secciones deportivas gracias al prestigio de especialistas y reporteros, muchos de ellos formados en el oficio en este medio. Los recursos económicos, humanos y tecnológicos del periódico le permitieron desarrollar memorables coberturas de eventos deportivos internacionales celebrados en México y el extranjero. Los Juegos Olímpicos de México 1968, La Copa del Mundo de Futbol en 1970 y 1986, Juegos Panamericanos, Campeonatos Mundiales de Boxeo…son registros indispensables en la historia del deporte moderno. El Heraldo conformó un eficaz equipo de reporteros y fotógrafos especializados con las crónicas e imágenes de todos los ángulos de la noticia deportiva.
Otra de las conclusiones que se desprenden del trabajo fue la rigidez de la línea editorial que mantuvo la condena al surgimiento de movimientos sociales, catalogados de comunistas especialmente desde el arranque del movimiento universitario de 1968. Respecto a la cobertura noticiosa debe matizarse el trabajo reporteril porque aunque sí existió una consigna de los directivos y editores para privilegiar las notas para desacreditar las organizaciones, sindicatos y movimientos de tendencia izquierdista, en la mayor parte de los casos las notas y reportajes no distaban de ser muy diferentes del trabajo noticioso realizado por otros medios, caracterizados como “plurales”.
Los editoriales -los institucionales y los firmados-, los artículos de opinión y hasta el cartón político sostuvieron, desde el arranque conflicto estudiantil de 1968, una consistente línea ideológica anticomunista. Desde entonces se observó una homogeneidad en la opinión de los colaboradores. Sin contrapesos, ni muestras aparentes de pluralidad los dueños del periódico facilitaron el ingreso de ideólogos de la derecha, de las élites religiosas, del franquismo, y de las más extremas posturas del autoritarismo, así como la visión de la iniciativa privada. En este sentido, predominaron las proclamas conservadoras (desde los moderados a los más extremistas), la apología de una moral católica, la intolerancia a la homosexualidad y la reprobación del aborto. Pese a las críticas, muchas justas y otras exageradas contra el dogmatismo ideológico profesado en El Heraldo, varios periodistas de primer orden dieron prestigio al periódico, dado que más allá de pertenecer a las filas de este diario son célebres personajes en la historia del periodismo mexicano contemporáneo: Salvador Novo y sus Novísimas cartas a un amigo, El Picaporte de Luis Spota, Olé de Pepe Alameda, El “Duende”, José Falconi y su Café Político, Confidencial de Leopoldo Mendívil, La Cultura en México de Luis G. Basurto, Fernando Díez de Urdanivia y Díaz, Sotero Garcíarreyes, Alberto Catani, Homero Bazán Víquez, Cascabel, Jerónimo, Calderón y Héctor Valdés, entre otros tantos.
Entre las primicias alcanzadas por El Heraldo, probablemente la más importante aunque involuntaria dada la definición ideológica de la publicación, fue la fotografía del “bazukazo”. Esta imagen se convirtió en el único documento gráfico que testifica la intromisión del ejército en el conflicto estudiantil derrumbando la puerta principal de la Escuela Nacional Preparatoria.
La historia de El Heraldo se divide en tres momentos: la etapa en la dirección de Gabriel Alarcón Chargoy (1965-1986) fueron los años cuando el periódico estuvo mejor posicionado, entre los mejores en el mercado diarístico nacional; la etapa de la dirección alternada por los herederos (1986-1990), la más caótica por la disputa abierta de los hermanos tras la muerte del padre, las diferencias respecto a la administración generaron el exilio de Óscar Alarcón de los negocios familiares, y la etapa final, el declive cuando el control total del periódico quedó en manos del primogénito, Gabriel Alarcón Velázquez (1991-2003), sin interés por recuperar el prestigio de décadas anteriores olvidaron actualizar el equipo y la edición perdiendo paulatinamente la inversión publicitaria oficial y privada, reduciendo el número de páginas impresas, y registrando pérdidas al mantener apenas un escaso nicho de suscriptores.
Ideológicamente El Heraldo de México fue incapaz de adaptarse a los nuevos tiempos, hipotéticamente esto hubiera significado que sin renunciar a la línea editorial que históricamente lo identificó, hubiera hecho los ajustes necesarios para transitar a un periódico con contrapesos ideológicos en sus páginas editoriales; que, como ocurre con diarios catalogados de “derecha” se camuflajean en la oferta diarística actual, apostando por llevar a sus ediciones opinólogos provenientes de diversas corrientes ideológicas (Vg. Nuevo Excélsior, Reforma, La Razón) y así dar mostrarse como medios informativos plurales. Sin embargo, no fue así, convertirse en un ejemplo de renovación que diera el paso hacia una prensa moderna, nunca fue su prioridad, aunque contradictoriamente este fuera el lema que siempre pregonó en su publicidad: pensar joven en periodismo. La dinámica social, que siempre va adelante de los medios informativos, lo rebasó y se volvió vetusto. Sin contemplar una competencia más difícil con la aparición de nuevos diarios más modernos, decidieron sujetarse al formato original; detuvieron la inversión en equipo, descartaron elaborar una reingeniería administrativa y editorial que les permitiera renovarse; perdieron inevitablemente buena parte del nicho de lectores conquistado en las dos primeras décadas. Sin el aliento del padre, el heredero dejó de esforzarse en recuperar el auge de los primeros años. El periódico descuidó su forma y sus contenidos, prefirió mantenerse institucional, varios periodistas que crecieron en El Heraldo para ir a otros medios regresaron para escribir columnas y recuperar los recuerdos de tiempos mejores. Mantenerse anticomunistas pasó de moda, la sociedad civil cambió, las posturas radicales y la rigidez de pensamiento quedó aislada en un contexto que empezó a obligar a los medios a ser más plurales. El Heraldo dio las últimas batallas contra la izquierda con feroces críticas al cardenismo y al Frente Democrático Nacional durante 1988, saboreó con gozo la caída del Muro de Berlín, y dio las últimas batallas en los noventa, atacando la aparición de EZLN. Hizo su última apuesta apoyando la candidatura del PRI, una vez confirmado el resultado del triunfo de Vicente Fox dio la bienvenida al nuevo régimen con la certeza de que sería difícil sobrevivir, El Heraldo tenía sus horas contadas. Los medios que mantuvieron una identidad existencial con el gobierno, de acuerdo con la tesis del reportero Jacinto Munguía, una vez que cayó el partido oficial, también caen, casi en “efecto dominó”. Esto ocurrió con El Nacional, Novedades y El Heraldo. De esta forma se configura una relación diferente en el binomio prensa-poder, no puede afirmarse la intención de controlar del Estado, “sino que cierto tipo de prensa necesitaba del Estado para mantenerse en lo económico y legitimar su visión ideológica”[52].
En el inicio del sexenio de Vicente Fox, la empresa familiar acumulaba pérdidas, y los herederos (fundamentalmente Gabriel Jr.) decidieron poner a la venta el decano periódico erigido a la mitad de los años sesenta por el empresario cinematográfico Gabriel Alarcón Chargoy.
Con lo anterior, se puede establecer que la visión conservadora, anticomunista y la defensa permanente de los intereses empresariales promovidos en la cobertura noticiosa y línea editorial de El Heraldo a lo largo de 38 años de circulación, nunca intentaron contradecir ni confrontar el discurso gubernamental, aunque variaron y se adaptaron al contexto ideológico impuesto por cada régimen.
FUENTES BIBLIOGRÁFICAS Y HEMEROGRÁFICAS CONSULTADAS
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*Consulta hemerográfica de El Heraldo de México de noviembre de 1965 a noviembre de 2003 (Biblioteca Lerdo de Tejada de la SHCP y Hemeroteca Nacional, UNAM)
Entrevistas realizadas ex profeso:
Entrevista con Leopoldo Mendívil, realizada por Mario Ortiz Murillo, el 8 de febrero de 2007, en la Ciudad de México
Entrevista con Virginia Llarena, realizada por Mario Ortiz Murillo, el 23 de mayo de 2007, en la Ciudad de México
Entrevista con José de Jesús Castellanos, realizada por Mario Ortiz Murillo, el 25 de septiembre de 2008, en la Ciudad de México
Entrevista con María Elena Hoyo Leopoldo Mendívil, realizada por Mario Ortiz Murillo, el 15 de agosto de 2007, en la Ciudad de México
Entrevista con Cosme Haces, realizada por Mario Ortiz Murillo, el 4 de octubre de 2008, en la Ciudad de México
Entrevista con Jesús Kramsky, realizada por Mario Ortiz Murillo, el 6 de noviembre de 2008, en la Ciudad de México
Entrevista con Miguel Ángel Aguilar Figueroa, realizada por Mario Ortiz Murillo, el 8 de septiembre de 2008, en la Ciudad de México
Entrevista con Óscar Alarcón, realizada por Mario Ortiz Murillo, el 15 de agosto de 2007, en la Ciudad de México
Entrevista con Francisco Rodríguez, realizada por Mario Ortiz Murillo, el 12 de octubre de 2008, en la Ciudad de México
Entrevista con Héctor Castillo Berthier, realizada por Mario Ortiz Murillo, el 7 de octubre de 2008, en la Ciudad de México
Entrevista con Pedro Camacho Marín, realizada por Mario Ortiz Murillo, el 15 de marzo de 2009, en la Ciudad de México
Entrevista con Nina Menocal de Rocha, realizada por Mario Ortiz Murillo, el 20 de abril de 2009, en la Ciudad de México
Entrevista con Eduardo Arvizu, realizada por Mario Ortiz Murillo, el 22 de septiembre de 2008, en la Ciudad de México
Entrevista con Raúl Rodríguez Cortés, realizada por Mario Ortiz Murillo, el 22 de septiembre de 2008, en la Ciudad de México
Entrevista con José Fonseca, realizada por Mario Ortiz Murillo, el 15 de marzo de 2007, en la Ciudad de México
Entrevista con Mercedes Aguilar, realizada por Mario Ortiz Murillo, el 28 de noviembre de 2008, en la Ciudad de México.
Entrevista con Jesús Saldaña, realizada por Mario Ortiz Murillo, el 20 de octubre de 2008, en la Ciudad de México
Entrevista con Luis Reed Torres, realizada por Mario Ortiz Murillo, el 25 de marzo de 2009, en la Ciudad de México
Entrevista con Raúl Trejo Delabre, realizada por Mario Ortiz Murillo, el 8 de mayo de 2007, en la Ciudad de México
Entrevista con Salvador García Soto, realizada por Mario Ortiz Murillo, el 4 de octubre de 2008, en la Ciudad de México
Entrevista con Francisco Calderón, realizada por Mario Ortiz Murillo, el 4 de noviembre de 2008, en la Ciudad de México
Entrevista con Eduardo Moreno Laparade, realizada por Mario Ortiz Murillo, el 1 de abril de 2009, en la Ciudad de México
[1] Salvador de León Vázquez, Etnografía para recuperar las experiencias periodísticas, el caso de Aguascalientes (en línea), México, 2004, Dirección URL: http://historiadoresdelaprensa.com.mx/hdp/files/84.pdf , (consulta: 16 de noviembre 2008)
[2] De 1964-1970 el PIB mantuvo porcentajes de crecimiento (en promedio) superiores al 6% anuales.
[3] Entrevista realizada ex profeso a Raúl Trejo Delarbre, Investigador del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM y profesor de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales.
[4] El Heraldo de México, 9 de noviembre de 1965
[5] Idem
[6] El Heraldo de México, 9 de noviembre de 1965
[7] Víctor Jesús Saldaña Hernández, La organización de un periódico diario El Heraldo de México, México, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, UNAM, Tesis profesional en Periodismo y Comunicación Colectiva, México 1972, p. 28
[8] Registrado como artículo de 2° Clase, en la Dirección General de Correos, el 13 de octubre de 1965.
[9] Entrevista realizada a Óscar Alarcón Velázquez, subdirector general de El Heraldo de México. La participación de Oscar Alarcón fue decisiva en la planificación del diseño de El Heraldo, su padre, Gabriel Alarcón le asignó las responsabilidades de contratar a especialistas para diagnosticar la viabilidad de la empresa periodística, así como supervisar la contratación del personal periodístico.
[10] Entrevista realizada a María Elena Hoyo, directora del suplemento Feminísima
[11] Entrevista realizada a Pedro Camacho Marín, subdirector de Editorial. Ingresó como reportero suplente en 1969, ascendió a diferentes puestos de mando en la redacción. En 1980 se separa de El Heraldo para reintegrarse en 1990 y colaborar hasta noviembre de 2003, fecha en la que El Heraldo de México deja de circular. Camacho Marín fue responsable de la página editorial, y uno de los autores de la columna Café Político, escribió artículos de opinión; promotor de un manual de estilo interno escrito por él; y dirigió el Departamento de Investigaciones Especiales y Encuestas de El Heraldo de México.
[12] Entrevista realizada con Óscar Alarcón Velázquez
[13] Las agencias informativas internacionales que prestaron servicios fotográficos a El Heraldo de México fueron, originalmente, la AP (Associated Press) y la UPI (United Press International), éstas transmitían sus fotografías periodísticas desde los Estados Unidos, a través de un sistema de microondas. En el caso particular de la AP la central un aparato denominado, Muffax, “completamente transistorizado para evitar el calentamiento de los bulbos, que es en parte la diferencia con el sistema de la radiofoto. Por ese cerebro electrónico pasan todas las fotografías que la central recibe de todo el mundo, y selecciona las más importantes, de acuerdo con las necesidades y preferencias de los periódicos. Para poder recibir las imágenes fotográficas fue necesario habilitar en la redacción una línea telefónica exclusiva, llamada por sus siglas LP, línea privada. Ésta funciona con electricidad. En el caso de que el transmisor esté lejos, se puede habilitar una línea LD, es decir una larga distancia. Para que el aparato telefónico funcionara correctamente para esta función fue necesario comunicarlo con dos cables, uno para voz y otro para audio, independientemente del hilo que transmite la foto. La comunicación entre los operadores suele cortarse para dar paso a la transmisión de la “señal” que originará la fotografía o la telefoto o radiofoto. Cfr. Jesús Saldaña, Op.cit.
[14] Esta empresa fabrica máquinas similares a las de escribir.
[15] Este sistema permitió al corrector reconocer y rectificar los errores ortotipográficos de una nota: la cinta se detiene exactamente en la letra equivocada señalada y se corrige. Luego la rectificación quedaba registrada en la segunda cinta, de esta forma se crea una cinta sin errores, ésta es enviada a Compugrafic para que ésta se edite en la galera., Idem
[16] Ana María Menéndez; Florence Tousaint, “Las Nuevas Tecnologías en la Prensa Metropolitana”, en Crisis y Comunicación en México, Tomo I, CONEICC, Universidad de Colima, México, 1987, p. 62
[17] Idem
[18] Idem
[19] Entrevista ex profeso realizada a Oscar Alarcón Velázquez
[20] Entrevista realizada exprofeso a Leopoldo Mendívil
[21] En el seno de la décima Convención del Sindicato Nacional de Redactores de Prensa (SNRP) efectuada en la ciudad de Morelia en el segundo semestre de 1964, el líder sindical, Enrique Fajardo, aprovechó el espacio para llamar la atención sobre la invasión de intereses mercantiles en el ámbito periodístico. Fajardo advertía sobre el arribo de empresarios improvisados privilegiaba el negocio por la información. De manera categórica se refirió a la subordinación de la gran prensa al comercialismo. Como profeta anunció que no faltaba mucho tiempo para que apareciera “un nuevo órgano informativo-propagandístico de un grupo financiero, entre cuyos integrantes, expresó, “se halla aquel que fue señalado como el autor intelectual del asesinato de un líder obrero, el compañero Alfonso Mascarúa” Rafael Rodríguez Castañeda, Prensa vendida, Los periodistas y los presidentes, 40 años de relaciones, México,Grijalbo, 1993, p. 93.
[22] Entrevista exprofeso realizada a Leopoldo Mendívil
[23] Nació en Puebla en 1909. Se asoció para la construcción de cines con William Jenkins , quien en 1944 lo designó Gerente de la Compañía Operadora de Teatros, puesto en el que hizo altamente rentable la explotación de dulcerías en las salas de exhibición. Ingresó como suplente en el consejo de administración del Banco de Comercio, en el que luego fue consejero propietario (1951) , director (1955), director general (1959) , y presidente (1961). Desde ese puesto convirtió a la institución, luego llamada Bancomer, en la mayor del país. Desde 1963 es presidente de la Fundación Mary Street Jenkins y del Patronato de la Universidad de las Américas. En 1980, la revista Town and Country lo llamó “el hombre más rico y el mayor filántropo de México” en en Humberto Musacchio, Gran Diccionario Enciclopédico de México Visual, Andrés León Editor, Colombia,1993, segundo tomo, p. 590
[24] Empresario nacido en el DF corredor de valores y socio de la casa de cambio J. Lacaud; presidente de la Bolsa de Valores de México (1933-1936 y 1939-1944) fundador de la empresa bursátil Casa Trouyet (1944), cofundador y codueño, con Eloy S.Vallina, del Complejo Industrial Chihuahua (1952); codueño de las empresas telefónicas Ericson e International Telephone and Telegraph (1958); socio y presidente del Banco Comercial Mexicano y presidente de la Junta de Gobierno de la Universidad Iberoamericana durante los años 1966-1969. En 1969 estableció el Premio Nacional de Literatura Carlos Trouyet en Humberto Musacchio, Gran Diccionario Enciclopédico de México Visual, Andrés León Editor, Colombia,1993, cuarto tomo, pp. 2075-2076
[25] Importante empresario fundador del Instituto Tecnológico Autónomo de México en 1947.
[26] Karin Bohmann, Medios de Comunicación y Sistemas Informativos en México, México, Alianza 1989, p.147
[27] Alejandro C. Manjarrez, El rostro olvidado de Puebla, (en línea), México, Dirección URL: http://www.replicaycontrareplica.com.mx/libros/El%20rostro%20olvidado%20de%20Puebla%20web.doc, (Consulta: 28 de mayo de 2008).
[28] Gustavo García y Rafel Aviña, críticos, investigadores e historiadores del cine mexicano han documentado cómo la coyuntura de la II Guerra Mundial permitió a México elevar el número de producciones nacionales a cifras nunca alcanzadas en la historia.
[29] Entrevista realizada con Óscar Alarcón Velázquez, septiembre de 2007.
[30] Entrevista ex profeso a Leopoldo Mendívil
[31] Idem
[32] Entrevista realizada a Cosme Haces
[33] Entrevista realizada a José Fonseca
[34] Entrevista realizada a Cosme Haces
* Luis Spota fue un testigo atento a los acontecimientos, y publicó en 1972 el libro, “La Plaza”. La versión del polifacético personaje del periodismo y la cultura en México. El texto está basado en la recapitulación de los hechos publicados del 23 de julio al 3 de octubre en El Heraldo de México, Excélsior, Novedades, La Voz de México, Siempre, El Sol de México, La Prensa, El Universal, Ovaciones, EL Día, EL Diario de la Tarde, Look, EL Universal Gráfico, Últimas Noticias de Excélsior, El Nacional, y La Revista de la UNAM. En esta obra expone los puntos de vista de funcionarios y estudiantes. Algunas críticas literarias a su obra, La Plaza provocaron que Spota fuera calificado con los más insultantes adjetivos y ser expulsado del “exclusivo” círculo literario
[35] Entrevista realizada a Óscar Alarcón Velázquez
[36] “1968: una cronología” en Nexos, Número 249, México, 1998, p. 82
[37] Entrevista realizada a Leopoldo Mendívil uno de los reporteros asignados para la cobertura del conflicto estudiantil desde julio de 1968
[38] Idem
[39] Entrevista exprofeso realizada a Óscar Alarcón, 2007
[40] Entrevista realizada a Leopoldo Mendívil
[41] Entrevista realizada a José Fonseca
[42] Astillas del 68, Carta de Gabriel Alarcón, director del periódico El Heraldo de México, al presidente de la república Gustavo Díaz Ordaz, (documento fechado el 24 de septiembre de 1968) Cartas personales, en Nexos No. 246, México, 1998, p. 37
[43] Idem
[44] Idem
[45] Idem
[46] Ibid., p. 38
[47] Idem
[48] Idem
[49] Arturo Rueda, “La subordinación de la prensa escrita”, (en línea), La Quinta Columna, (periódico poblano), Dirección URL: http://www.laquintacolumna.com.mx/2007/septiembre/columnistas/colu_tiempos_170907.html,, (Consulta: 18 de febrero de 2009)
[50] Entrevista realizada a José de Jesús Castellanos
[51] Entrevista realizada a Pedro Camacho Marín
[52] Entrevistado por Marco Lara Klahr en: Diarismo, cultura e industria del periodismo impreso en México y el mundo, México, Editorial Etcétera, México 2005, p. 292
[1] Lic. en Sociología y Ciencias de la Comunicación por la UNAM, Maestro en Estudios Regionales Instituto de Investigaciones Dr. José Ma. Luis Mora. Se desempeña como profesor de tiempo completo, Universidad Justo Sierra [email protected] [email protected]